En la Bretaña francesa se puede encontrar maravillosos pueblos, ciudades históricas perfectamente conservadas y paisajes soñados para poder disfrutar de unos días de descanso para e cuerpo y el espíritu.
En cada rincón se puede respirar la historia celta unido a un aire de misterio y leyenda.
[Pulsa en el título para leer el artículo completo]
Los pueblos que componen la Bretaña francesa están formados por los menhires, los dólmenes, ermitas y cruceros, maravillas arquitectónicas, que a su vez acompañan un paisaje teñido por el verde de las montañas y el azul intenso del mar.
En el camino hacia la región bretona, se puede hacer una parada en la ciudad de Nantes. Ciudad universitaria que se destaca por su cultura. En ella podemos encontrar una de las joyas arquitectónicas más importantes de Francia, como es el Castillo de los Duques de Bretaña. Una impresionante estructura llena de fosos y torreones construido en el siglo XV.
De esta localidad se debe partir hacia Carnac, centro de la Bretaña megalítica. Aquí se encuentra un emplazamiento único que cuenta con más de 6.000 años de historia inscritos en sus 4.000 menhires. Existen muchas teorías del origen de estos enigmáticos alineamientos. Unos dicen que se trata de un gigantesco calendario al aire libre, otros que es una obra de extraterrestres. El misterio y la imaginación van de la mano en esta bellísima zona.
Siguiendo con el recorrido, el viajero podrá profundizar en el espíritu de esta región francesa visitando algunas de sus localidades más características. Concarneau, un pequeño pueblo de granito circundado por antiguas murallas, será la primera parada. A continuación se llegará a Locronan, una población rodeada de bosques que está considerada como uno de los rincones más bellos de Francia. Por último, la ruta conduce hasta Quimper, un pueblo desde el que se accede a Pointe du Raz, un lugar con preciosas vistas que está considerado como el Finisterre francés.
Continuando el viaje por la Bretaña francesa se llega a Crozón. Una península que deslumbra por sus acantilados y formaciones emergentes en el mar, desde la que se pueden admirar unas maravillosas vistas del océano.
En cuanto a las propuestas gastronómicas, no pueden dejar de parar en alguna de sus numerosas creperías y sentarse tranquilamente bebiendo sidra en tazones y degustar alguna de sus especialidades culinarias, sobre todo los crêpes de cualquier sabor (dulces o salados), las galletas bretonas o los moules (mejillones).
Como verán La Bretaña francesa se puede disfrutar de una buena comida, acompañada de un espectacular paisaje, y de una vasta cultura. Nada más se puede pedir para pasar unas excelentes vacaciones.